lunes, 11 de abril de 2005

Cuando legisla el odio

Muchas veces sostuve que no se puede legislar desde el odio, desde el resentimiento, definitivamente malo escuchar demasiado a quienes han sufrido algún ataque reciente, quienes han sido ví­ctimas.
Hace un par de dí­as entraron ladrones a mi casa y me robaron los pocos elementos de confort de que disponí­a; aparte de la computadora (elemento escencialmente de trabajo). Y, la sensación de encontrar los cajones de las mesas de luz dados vuelta, las camas revueltas (usaron las sábanas para envolver los aparatos), me produjeron una indeseable sensación de impotencia seguida de una necesidad imperiosa de venganza, se habí­an llevado el fruto de nuestro trabajo (mi sañora también trabajó con esa máquina) y habí­an alterado la sagrada paz del hogar. Si por mi hubiera sido los hubiera ajusticiado en el momento de encontrarlos. Hay de mis legisladores si me escuchan en mis momentos de ira.
Me imagino la sensación que debe haber sentido Bloomberg al enterarse de la muerte de su hijo, ese dolor, esa bronca, esa impotencia y ese odio. Toda lo sociedad lo escuho y acompañó sus reclamos, ahora resulta que nos dimos cuenta de que el hombre no era un legislador experto ni mucho menos y que, quienes firmaron la petición, no supieron que estaban firmando.
Resulta que estaban firmando el permiso para que nos espí­en los correos electrónicos, nuestra navegación por internet, nuestras llamadas telefónicas, nuestros mensajes a celulares y quien sabe cuantas cosas más. Gracias a la ira de don Bloomberg, la costumbre de firmar sin mirar de nuestros ciudadanos y, los apuros polí­ticos de nuestros legisladores, se ha aprobado una ley que recuerda los peores tiempos de la última dictadura en Argentina, obliga a los prestadores de comunicaciones, a guardar nuestra actividad durante 10 años, se nos presume culpables y se nos espí­a "por las dudas".
Los argentinos sabemos lo que cuesta la libertad, la hemos pagado con la vida y el sacrificio de nuestra gente, no podemos, en manos de un exaltado, perder ese tan precioso bién que nos ha costado años de lucha sin cuartel.
Por suerte parece, que a alguien se le iluminó la lamparita y se está volviendo atrás en este tema pero, no deberí­a hacer falta llegar a estos niveles de barbaridad para reaccionar; no legislemos nunca más desde el odio, desde el rencor ni desde la desesperación de un padre que perdió a su hijo y, cuyos sentimientos son atendibles pero, nodeberí­a tener el poder de hacer daño a la sociedad.
Digamos "NO A LOS ESPíŒAS" y mucho más fuerte "NO AL ESTADO ESPíA".

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