Hoy me desayuné con la noticia de la muerte de José Genoud, Para quienes no lo sepan, o no lo recuerden, fue un senador radical muy importante durante el gobierno de Fernando de la Rua y venía de una vasta historia militante en su partido que databa de su militancia estudiantil, pasando por la vicegobernación de su provincia (Mendoza) y la creación de un movimiento interno (Causa) entre otras cosas.Me llamó la atención porque, según se cuenta, lo que atormentaba la vida de Genoud y lo habría llevado a tomar la decisión de quitarse la vida fue la condena social recibida por su supuesta participación en los hechos de corrupción (sobornos) que rodearon la aprobación de la ley de reforma laboral en el senado nacional.
El tema es que, sin saber si estuvo involucrado en el caso y, de haberlo estado, en que medida participó; lo cierto es que debió ser un hombre de honor y no soportó la humillación pública a la que estaba siendo sometido. En una sociedad que ha superado con creces la denuncia hecha por Discepolín en Cambalache es extraño encontrar gente que aún tiene valores, gente que no pone cara de piedra cuando se los acusa.
José Genoud puede haber cometido errores en su vida pero al morir de la forma en que lo hizo nos dejó una lección de como deberíamos ser y, sobre todo, como deberían ser nuestros dirigentes.
La condena social afecta solo a las personas nobles. Aquellas que querríamos que sintieran vergüeza son indemnes a este "mecanismo". (comentario de un lector apodado KGK en el diario La Nación )
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