miércoles, 13 de julio de 2005

New York, Kabul, Bagdad, Madrid, Londres ...

New York, Kabul, Bagdad, Madrid, Londres; es la cronologí­a del terror que hemos visto desde aquel (ahora parece lejano) 11 de setiembre de 2001 (11-S) que provocó la reacción norteamericana invadiendo Afganistan y luego Irak y las posteriores réplicas árabes en Madrid el año pasado y Londres hace unos dí­as. Esta serie cronológica de matanzas me recuerda algo que dijo Mahatma Gandhi ante un llamado a responder violencia con violencia, a aplicar el " ojo por ojo", respondió: "ojo por ojo estamos dejando ciego al mundo"; estas palabras hoy tienen mayor vigencia que nunca. Los lideres del terror se retroalimentan entre si, a ambos bandos les conviene que las cosas estén cada vez peor y tienen al resto del mundo en vilo esperando cuando se produce el próximo ataque. Los medios oficiales británicos intentaron dosificar la información pero los blogs desarticularon toda la iniciativa censora. En los mismos medios británicos se leen a diario noticas catastróficas desde Bagdad como esta o esta que muestran la criminalidad con que se manejan los invasores en Irak y, consecuentemente, generando más voluntarios para la causa de Bin Laden. Que nadie se llame a engaño, El terrorista árabe y los terroristas occidentales (Bush, Blair, etc.) son aliados en esta contienda. Cuando George W. Bush peleaba por su continuidad en la Casa Blanca apareció fugazmente en todos los medios de comunicación del mundo Osama profiriendo una nueva amenaza al mundo, esto significó un espaldarazo a la campaña electoral del americano que, aún con eso, necesitó del fraude electoral para continuar en el poder.
Muchos se benefician de estas catástrofes. La mayor discusión luego de la invasión a Irak fue la distribución de empresas que se iba a hacer cargo de la "reconstrucción" del paí­s invadido; nunca les interesó otra cosa.
Si bién el capital no tiene moral, fronteras ni patria; los seres humanos si las tenemos. Si no humanizamos el uso del capital los inmorales somos nosotros. El pueblo no deberí­a seguir apoyando a lí­deres que se comportan de esa manera, sin importarles el valor de la vida de sus gobernados. Cuando se provoca al fundamentalismo islámico de una forma tan evidente es como si se estuviera pidiendo a gritos recibir un ataque hacia la propia gente.
Todos nos escandalizamos al ver imágenes como las de Londres, Madrid o las torres gemelas; deberí­amos reaccionar aún más vehementemente ante los atropellos del Ejército Norteamericano cuyos métodos no distan demasiado de los del viejo ejército Nazi.

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